Por Eliel Gómez Martínez. Los amigos pueden también conocerse por los consejos que intercambian. En la arquitectura humana de la obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, publicada en 1615 por Miguel de Cervantes y Saavedra, aparecen una y otra vez innegables muestras de la amistad forjada entre El caballero de la triste figura y Sancho Panza, de la cual resultan paradigmáticos los consejos que dio Don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la ínsula. Justo el Quijote, se apresura a indicarle a su escudero:
“(…) Que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones. Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey, que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en la tierra (…)”.
Más adelante, como para conjurar los muchos renegados que en el mundo han sido, afirma:
“(…) Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte; y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio (…)”
Finalmente, le instruye sobre el concepto de caballero, diciéndole que este:
“(…) Ha de guardar la fe a Dios y a su dama; ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y, finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida el defenderla”.
Visión desde Cuba 