Tradiciones de Cuba: el aliñao no moja pero empapa


Por Aroldo García Fombellida. El primer encuentro “al duro” que recuerdo con un aliñao sucedió cuando nació el primer hijo de mi viejo amigo santiaguero Jorge Luís Danger, radicado en Holguín hace varios años. El hecho sucedió poco después de un mediodía memorable.

Quienes integramos el pequeño grupo de allegados amigos, decidimos posponer el habitual horario del almuerzo para visitar y conocer al recién llegado al mundo, y de paso felicitar, como es costumbre, a los padres. Todo marchó según lo planeado, hasta que, por la euforia del momento, y la confianza familiar que nos identificaba mutuamente, la visita multiplicó por unas cuantas veces más el planeado tiempo de estancia, el almuerzo “pasó con fichas” y en su lugar, el tradicional brindis simbólico en unas pequeñas copas, se transformó en pocos minutos en jarras van… y jarras vienen de aquel licor “hecho en casa”, que, tal escurridiza serpiente, nos fue capturando con su agradable sabor dulce sin empalagar, gracias a la buena dosis de aguardiente que portaba, que por cierto tampoco resultaba estridente, pero que de hecho impregnaba hasta las mismísimas semillas de los dulces en conserva que integraban su receta.
La “explosión” llegaría un par de horas después, cuando aparentemente “enteros” nos despedimos de los estrenados padres y del bebé, y tratamos de andar rumbo a los estudios de la Televisión Holguinera, donde a casi todos, nos esperaba nada menos que la salida al aire de una revista informativa totalmente en vivo, y de la cual, para más remate, yo era el conductor principal.

Todavía hoy, y conste que pasaron cerca de tres décadas ya, cada vez que nos encontramos con algunos de aquellos amigos, incluyendo al “padre de la criatura” recordamos, y siempre sale alguna anécdota, ahora para desgañitarnos de risas, pero que en aquel momento no lo fue tanto, acerca de los apuros que nos hizo pasar la borrachera, que sigilosa y callada, nos colmó de pies a cabeza aquella memorable tarde con una agradable sobredosis de aliñao.

Garrafón del aliñao.De nuevo a los orígenes, tanto como el casabe, o pan de yuca, que aunque muchos conocen en toda Cuba, se ha asentado con mayor arraigo histórico en la zona oriental, y de ella principalmente más hacia el centro y norte, o sea, en territorio que hoy comprende a las provincias de Granma y de Holguín, el aliñao, así dicho, con terminación gramatical supuestamente tosca, ha ido pasando de generación en generación, siempre manteniendo una idéntica receta principal como génesis, aunque con variantes en algunos pequeños detalles, incluso, hasta de índole relativos a gustos familiares, por ejemplo, que si más cargado de aguardiente, o que si más dulce, que si más espeso, o que si más ligero.

Ahora bien, su base principal radica en la razón que lo avala. Sí, porque un garrafón de aliñao no se confecciona de ahora para ahorita, y mucho menos sin “Ton ni son”.

Así, tanto como los demás preparativos previos al cercano nacimiento de un nuevo integrante de la familia, a alguien de la casa, que tampoco es cualquiera, y por tanto generalmente es el futuro padre, o alguno de los abuelos, se le endilga esa responsabilidad, por tener “buena mano”.

Se comienza por lo principal, conseguir un garrafón de cristal, que por tradición familiar muchas veces es propio, y va pasando de uno a otros como la cunita por ejemplo. Luego en orden de prioridad estarán el aguardiente blanco de caña, y después, tantos como sean posibles, se confeccionan dulces caseros en almíbar… con abundante y espesa almíbar, fruta bomba, uvas, cerezas, piña, en fin todos los que permitan la estación que transcurre junto al embarazo. Algo que no debe faltar es tener listos unos cuantos canutos de caña, bien pelados; estos son los únicos ingredientes que se utilizan sin previa cocción.

Con los dulces listos se vierten en el garrafón, según su terminación, junto a porciones del aguardiente, que será “a gusto” del fabricante, hasta cubrir hasta un poco más arriba de la mitad de la capacidad total del recipiente. El contenido irá creciendo hasta llenar el cristalino envase. Ya bien tapada, la vasija se traslada a un lugar oscuro y apartado de la vivienda donde permanece durante los meses del embarazo.

Cuando se produce el nacimiento del bebé, entonces el padre, único autorizado por tradición, procede a extraer las primeras cantidades del jarabe en que se habrá convertido la original mezcla, y de inmediato se realizan los primeros brindis, que habrán de repetirse, cada vez que alguien llegue a visitar a la madre y al recién nacido. Así sucederá inalterablemente durante toda la “cuarentena”. Tales brindis, quizás para evitar males mayores que hagan recordar aquella memorable experiencia personal que ya les conté, se ofrecen siempre en cantidad que no rebase una pequeña copa.

Por cierto, una pintoresca situación ocurre cuando las frutas aliñadas o pequeños trozos de estas, se quedan en el fondo de los recipientes en los que fue ofrecido el aliñao, y comoquiera que constituyen un atractivo principal en la bebida, a los visitantes, quienes no siempre tienen una amplia confianza con la familia visitada, se les ve haciendo uno y mil malabares para finalmente poder “succionar” las fruticas quedadas en el fondo de las copitas.

Un elemento complementario está en el hecho de que si es una niña quien recién nace, se guardarán celosamente algunas botellas de aliñao para brindarlas entonces cuando esa niña arribe a sus quince años. Algunos van aún más lejos, pues también protegen, al menos una botellita, para cuando ocurra el matrimonio de la ahora acabada de nacer muchachita.. vaya usted a saber.

Recetas y costumbres complementarias aparte, “ceremonias” regentes para su confección, conservación o brindis, lo cierto es, y así lo demuestra cualquier indagación al respecto, que el aliñao forma parte también de la identidad de quienes habitan por estas tierras cubanas que, no obstante la división política administrativa aprobada hace cerca de cuatro décadas, le seguimos llamando “Oriente”… y a mucha honra, aunque, válido es aclararlo, nadie vaya a dudar que ahora mismo un buen garrafón de aliñao se esté preparando en cualquier otro sitio de nuestra geografía nacional.

Y por si acaso, no vaya usted a chocar con la misma piedra que chocó, y de qué manera, alguien a quien conozco muy bien. No se deje llevar por el agradable “dulcecito” que no empalaga de su sabor. Como dice una frase de una melodía conocida… “con cordura”, que al aliñao no moja pero empapa… dígamelo a mí.

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